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Cómo leer etiquetas sin perderse: azúcar, grasas, porciones y reclamos de marketing explicados con ejemplos

septiembre 7, 2025

Leer etiquetas con criterio es una de las habilidades más útiles para comer mejor sin gastar más ni vivir a dieta. La clave no es memorizar tablas, sino entender cuatro cosas: el tamaño de la porción (donde empieza todo), cómo identificar azúcares añadidos frente a los naturalmente presentes, distinguir tipos de grasas y sus cantidades, y detectar los reclamos de marketing que “maquillan” productos mediocres. Con estos principios y ejemplos concretos, es posible decidir en 30 segundos si algo encaja en una alimentación saludable y en los objetivos personales.

Porciones: el dato que cambia todo
El valor nutricional de la etiqueta se refiere siempre a una porción definida por el fabricante, que no tiene por qué coincidir con lo que se come realmente. Si se consumen dos porciones, se duplican calorías, azúcares, grasas y sodio; y así con todo. Por eso, comparar productos “por porción” puede ser engañoso si no coinciden los tamaños. Conviene estandarizar mentalmente comparaciones por 100 g o 100 ml, y luego traducir a la ración habitual. Un truco simple: primero localizar tamaño de porción, después revisar calorías, azúcares, grasas saturadas, fibra y sodio para esa porción y por 100 g.

Ejemplo práctico

  • Cereal A: porción 30 g, 120 kcal, 10 g azúcar; por 100 g serían 400 kcal y 33 g de azúcar.
  • Cereal B: porción 45 g, 150 kcal, 6 g azúcar; por 100 g serían 333 kcal y 13 g azúcar.
    Si se come un bol de 45 g, el Cereal B aporta menos azúcar y menos calorías por 100 g, pese a “más calorías por porción”.

Lista rápida de comprobación de porciones

  • ¿La porción de la etiqueta se parece a la que se come? Si no, recalcular mentalmente.
  • Mirar siempre el campo “por 100 g/100 ml” para comparaciones justas.
  • Evitar productos con porciones “irrealmente pequeñas” diseñadas para parecer bajos en azúcar o grasa.

Azúcar: total, añadidos y nombres “ocultos”
En la tabla nutricional aparecen los hidratos de carbono totales y, a menudo, “de los cuales azúcares”; cuando figura “azúcares añadidos” se distingue lo que se incorpora durante el procesado. Los azúcares añadidos incluyen sacarosa, glucosa, fructosa, jarabe de maíz, de arroz, de agave, miel, dextrosa, maltosa; también purés o concentrados de fruta usados como edulcorantes. Aunque un alimento declare “sin azúcares añadidos”, puede contener azúcares naturalmente presentes (por ejemplo, de la fruta o la leche). Priorizar alimentos sin azúcares añadidos en el día a día y vigilar el azúcar alto en envases pequeños es una estrategia potente para salud y control del apetito.

Ejemplos y cómo decidir

  • Yogur “natural” vs “saborizado”: el natural debería listar solo leche y fermentos; el saborizado suele añadir azúcar o jarabes. Si el “sin azúcares añadidos” está endulzado con edulcorantes, puede ser útil como transición, pero conviene acostumbrar el paladar a menos dulzor.
  • Zumo vs fruta entera: el zumo concentra azúcar sin fibra; mejor elegir fruta entera, o agua con rodajas de fruta si apetece sabor.

Pistas rápidas en la lista de ingredientes

  • Ingredientes ordenados por peso: si “azúcar” o sinónimos aparecen entre los tres primeros, es mala señal.
  • Varios azúcares “disfrazados” repartidos (dextrosa, sirope, miel) indican dulzor alto, aunque ninguno aparezca primero.
  • “Sin azúcares añadidos” no es “sin carbohidratos”: los hidratos totales pueden seguir siendo altos.

Grasas: totales, saturadas y trans
Las etiquetas separan grasas totales, saturadas y, en algunos casos, trans. El objetivo práctico: preferir productos con grasas insaturadas (aceite de oliva, frutos secos, semillas, pescado) y limitar saturadas a un margen moderado, evitando trans industriales siempre que sea posible. La calidad del patrón importa tanto como el número: un yogur natural entero con ingredientes simples puede encajar mejor que una galleta “baja en grasa” pero rica en harinas refinadas y azúcar.

Cómo leer rápidamente la columna de grasas

  • Saturadas: mejor que no pasen del 10% de las calorías diarias en el conjunto de la dieta; en producto envasado, comparar etiquetas y elegir la opción con menos saturadas y mejor lista de ingredientes.
  • Trans: si aparecen, evitar; si no figuran, revisar si hay “aceites parcialmente hidrogenados” en ingredientes.
  • Totales: contextualizar. Un mix de frutos secos puede tener más grasa total, pero de mejor perfil y con fibra; revisar por 100 g y por ración real.

Ejemplo práctico

  • Snack A “horneado light”: 6 g de grasa total, 2,5 g saturadas, lista de ingredientes larga con aceites refinados y azúcar.
  • Frutos secos crudos: 15 g de grasa total, 2 g saturadas, sin azúcares añadidos, solo “almendras”.
    La segunda opción, pese a más grasa total, tiene mejor perfil y saciedad real.

Sodio y fibra: dos cifras que inclinan la balanza
El sodio elevado se asocia a peor control de presión arterial; la fibra, en cambio, mejora saciedad, perfil glucémico y salud intestinal. Productos de despensa “rápidos” suelen ser altos en sodio; conviene comparar por 100 g y elegir versiones “bajas en sal” cuando sea posible. En fibra, una guía útil: apuntar a 6 g o más por 100 g en cereales/pan integral y 3 g o más por 100 kcal.

Atajos útiles

  • Conservas: elegir en agua o en aceite de oliva, escurrir y aclarar para reducir sodio.
  • Panes y cereales: revisar que “integral” no sea marketing; buscar “harina integral” como primer ingrediente y buena fibra por 100 g.
  • Cremas/untables: vigilar sodio y grasas saturadas; ingredientes cortos ganan.

Reclamos de marketing: cómo no caer en la trampa
Los reclamos (“light”, “sin azúcar”, “alto en fibra”, “rico en proteínas”) están regulados, pero no garantizan que el producto sea globalmente saludable. “Light” puede referirse solo a calorías o a un nutriente concreto; “sin azúcar” permite hasta 0,5 g/100 g; “bajo en azúcares” admite hasta 5 g/100 g en sólidos; “sin azúcares añadidos” sigue pudiendo tener azúcares naturales. Además, claims como “con vitaminas” pueden maquillar productos con mucho azúcar o harinas refinadas. Revisar siempre la tabla y la lista de ingredientes por encima del reclamo.

Ejemplos de reclamos y lectura crítica

  • “Sin azúcares añadidos”: comprueba hidratos totales y lista de ingredientes; puede llevar edulcorantes o purés concentrados.
  • “Alto en proteínas”: bien si la proteína procede de ingredientes de calidad; pero puede venir con mucha grasa saturada o azúcar.
  • “Light”: verificar a qué se refiere (grasa, azúcar, calorías) y si el recorte compensa frente a ingredientes añadidos.

Pistas de “maquillaje” frecuente

  • Envases pequeños con cifras “aparentemente bajas” por porción; al comer dos, se duplica todo.
  • Gráficas de frutas/verde “healthy” en productos con poca fruta real.
  • Listas interminables de ingredientes frente a alternativas simples.

Cómo comparar dos productos en 30 segundos

  • Paso 1: iguala porciones con el campo “por 100 g/100 ml”.
  • Paso 2: revisa azúcares (y si son añadidos), fibra, grasas saturadas y sodio.
  • Paso 3: lista de ingredientes: corta, reconocible, sin azúcares “disfrazados”.
  • Paso 4: precio por 100 g y versatilidad (¿sirve para varias recetas?).
  • Decisión: elige el que tenga mejor perfil global, no el que luzca mejor claim.

Guía rápida por categorías comunes

  • Yogures: natural o skyr, ingredientes mínimos; evitar “saborizados” con azúcar.
  • Pan: “harina integral” primero, ≥6 g fibra/100 g, sodio moderado.
  • Cereales: <10 g de azúcar/100 g como referencia; fibra alta.
  • Bebidas: agua, café/té sin azúcar; evitar refrescos y zumos frecuentes.
  • Snacks: frutos secos crudos/tostados sin azúcar ni aceites añadidos; hummus; maíz/garbanzos horneados.
  • Salsas: tomate triturado simple, mostaza/dips con listas cortas; vigilar azúcar y sal.

Checklist imprimible para el súper

  • Tamaño de porción y por 100 g: ¿cuadra con lo que comerías?
  • Azúcares: ¿dónde y cuántos? ¿Hay añadidos?
  • Grasas: saturadas bajas, sin trans; preferir insaturadas.
  • Fibra alta, sodio moderado.
  • Ingredientes: pocos y conocidos.
  • Reclamos: útiles, pero no decisivos.
  • Precio por 100 g y utilidad en tu semana.


Leer etiquetas sin perderse es cuestión de método: empezar por la porción, comparar por 100 g, revisar azúcares (especialmente los añadidos), distinguir tipos de grasa, vigilar sodio y fibra y, encima de todo, desconfiar de los reclamos hasta comprobar la tabla y la lista de ingredientes. Con ese guion, elegir productos coherentes con una alimentación saludable se vuelve rápido y claro. La recompensa es triple: mejor salud, mejor control del apetito y una compra más eficiente. La próxima vez en el pasillo del súper, toma 30 segundos extra para aplicar este checklist: pocas decisiones ofrecen tanto retorno por tan poco esfuerzo.